Lo que viene ocurriendo desde la semana pasada en el Parque Indoamericano, en Villa Soldati, al sur de la Ciudad de Buenos Aires, nos hace preguntarnos en qué quedo lo preceptuado sabiamente por nuestros “Padres Fundadores” en el preámbulo de nuestra Constitución Nacional, “con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”.
Ese temprano y sincero sueño, a partir de la Ley de Migraciones Nº 25.871, se transformó en el reconocimiento de un derecho humano más, el de migrar, que se complementa a su vez, con el reconocimiento de otro derecho constitucional fundamental, humano y social, el de la vivienda digna para cada habitante de nuestro país, sea cual fuere su origen y condición social.
Sin embargo, una vez más, ante una justa demanda social por parte de quienes se constituyen en titulares de esos derechos, también reconocidos por distintos tratados internacionales ratificados por nuestro país, la respuesta del Estado, en cuya jurisdicción aquellos se encuentran exigiendo lo que por ley les corresponde, ocupando un espacio público como forma de protesta para obtener lo que hace años vienen legítimamente reclamando, fue represión y manifestaciones xenófobas, hiriendo hasta la fibra más íntima las sensibilidades de los pueblos hermanos de América Latina.
No hay dudas ya, a esta altura de las circunstancias, que la política que define y simboliza al actual gobierno porteño es el modelo neoliberal, conservador y de mano dura contra los más vulnerables, los “nadies” como magistralmente los define Eduardo Galeano en El Libro de los Abrazos.
El impresentable Mauricio Macri demostró nuevamente su poca cintura política y su ya más que evidente incapacidad para gobernar, administrar y gestionar, sobre todo un distrito tan complejo y diverso como lo es la Capital Federal. Tal como viene sucediendo en otras áreas del Estado porteño –salud y educación, principalmente-, el bochornoso Jefe de la Ciudad de Buenos Aires trató de desvincular su, más que obvia, responsabilidad en los hechos acontecidos en el desalojo del llamado Parque Indoamericano, que por el estado en que se encuentra, parece más un baldío utilizado como basural, que un espacio de recreación. Seguramente, esta práctica habitual del jefe comunal porteño de echarle la culpa a otros por sus propias torpezas son resabios de su historia personal y laboral al frente de las empresas de papá Franco, cuando tenía a otros, empleados por supuesto, a quienes mandaba a solucionarle los problemas y macanas que se mandaba. Lo que el niño Mauri aún no entiende es que no puede manejar el Estado y sus recursos como a Boca Juniors o Socma.
Por otro lado, no debemos perder de vista que la bomba que desató semejante desastre fue preparada y ejecutada por gente del propio gobierno macrista, entre ellos, por Miguel Ángel “El Turco” Rodríguez, alias “El Comandante”. Hoy puntero de la zona en conflicto que trabaja dentro de la Corporación Buenos Aires Sur, quien posee antecedentes penales por el cobro de coimas para entregar licencias para taxis durante la década del ’90, cuando se desempeñaba como director de Tránsito en el área metropolitana. Este empleado tan honesto, también fue coordinador de las políticas llevadas a cabo por el Instituto de la Vivienda del mismo distrito y se encuentra vinculado al legislador porteño Enzo Pagani quien, junto a su correligionario político, Cristian Ritondo, jefe del bloque del PRO en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, presentaron un proyecto de ley para escriturar los terrenos de algunos vecinos de las villas porteñas, siendo ése el detonante de la catástrofe que se convirtió en la crónica roja de la prensa vernácula. Este perverso puntero se dedicó la semanas previas a la ocupación del mencionado parque a hacer correr ésa noticia –sin dudas con un indisimulable tufillo preelectoral-, lo que motivó que, quienes se encuentran en una situación habitacional precaria movidos ni más ni menos que por su deseo absolutamente legítimo de tener un techo propio, eligieran la protesta para hacer oír sus voces.
Si bien el patético Lord Mayor de la Ciudad de Buenos Aires ordenó a la policía reprimir, con las consecuencias por todos conocidas, 3 muertos y varios heridos, parece que en realidad quienes dispararon a matar fueron empleados municipales porteños e integrantes de las barrasbravas de Boca Juniors, Huracán y Nueva Chicago llamados a movilizarse por, oh sorpresa!? el legislador PRO Cristian Ritondo, antiguo “vecino” de la zona sur.
Pero no contento con tamaño kilombo que armó solito junto a sus secuaces, Macri salió a redoblar su apuesta de neto corte ultraderechoso: culpar, tal su vieja costumbre, al gobierno nacional por una supuesta inmigración descontrolada y a los propios inmigrantes, eso sí de ciertos países limítrofes injustamente estereotipados, a quienes vinculó con las mafias y el narcotráfico, barriendo así, una vez más, bajo la alfombra de la confusión, el problema de fondo: la crisis habitacional en la Capital Federal. Crisis que si bien es de vieja data, durante algunas de las gestiones anteriores se vieron paliadas por políticas públicas de inclusión y planeamiento organizado en la construcción de viviendas, lo cual quedó desbaratado cuando asumió el infame Mauricio y su séquito de inútiles chupasirios en la segunda jurisdicción del país con mayor presupuesto, el cual subejecuta (en porcentajes escalofriantes) en todas las partidas relacionadas con el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de la gran metrópolis: salud, educación y viviendas.
Tampoco podemos soslayar que detrás de todo este espantoso episodio se perciben inconfundibles intenciones de desestabilización política del gobierno nacional pergeñadas no sólo por los operadores políticos del PRO, sino también por un viejo y tradicional dirigente vinculado al narcotráfico y la corrupción en la Provincia de Buenos Aires cuyas aspiraciones presidenciales se renuevan ante cada período electoral, generando situaciones que pretenden poner en cuestión la gobernabilidad democrática y la capacidad de respuesta gubernamental, alterando la paz social y sembrando la semilla del caos y la inseguridad.
Por otro lado, es muy loable la postura adoptada por el Gobierno Nacional de Cristina Fernández de Kirchner de no reprimir –absolutamente coherente con la política de Derechos Humanos que se viene llevando adelante desde el 2003- e intentar llegar a soluciones pacíficas que permitan articular las posiciones encontradas de los distintos actores sociales involucrados. Actitud que se contrapone en forma manifiesta con la esgrimida por el gobierno porteño, quienes con cada decisión tomada referente al conflicto que nos ocupa no han hecho otra cosa que comportarse en forma irresponsable y racista intentando apagar el fuego con nafta.
Una última reflexión: lo que acá está en pugna son dos modelos claramente diferenciados de Estado: el neoliberal, con sus políticas de opresión social, de represión, de ajuste y empobrecimiento del pueblo, privilegiando sólo a una élite selecta, o el proyecto nacional y popular, que se alza con la bandera de una distribución equitativa de la riqueza, de la recuperación de la identidad y soberanía nacional, de ejecución de políticas sociales inclusivas, a través de las cuales mejora la calidad de vida de los más humildes y que pone a los derechos humanos en el lugar que la historia por años le había negado. Parece que la elección es simple y obvia. Ojalá sean millones los que puedan percibir cuál es el mejor camino a seguir.
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